domingo, 21 de septiembre de 2008

COMENTARIO LITERARIO (curso 08-09)

LA COJITA


La niña sonríe: "¡Espera,
voy a cojer la muleta!"
Sol y rosas. La arboleda,
movida y fresca, dardea

limpias luces verdes. Gresca
de pájaros, brisas nuevas.
La niña sonríe: "¡Espera,
voy a cojer la muleta!"
Un cielo de ensueño y seda,
hasta el corazón se entra.
Los niños, de blanco, juegan,
chillan, sudan, llegan:
...nenaa!"
La niña sonríe: "Espeeera,
voy a cojer la muleta!"
Saltan sus ojos. Le cuelga,
jirando, falsa, la pierna.
Le duele el hombro. Jadea
contra los chopos. Se sienta.
Ríe y llora y ríe: "¡Espera,
voy a cojer la muleta!"
¡Mas los pájaros no esperan;
los niños no esperan! Yerra

la primavera. Es la fiesta
del que corre y del que vuela...
La niña sonríe: "¡Espera,

voy a cojer la muleta!"

Juan Ramón Jiménez (Eternidades)

Modelo de comentario literario.

Juegan los niños, pero la niña cojita no puede jugar con ellos, la niña depende de su muleta para moverse lenta y pausadamente. Le gusta estar con los demás compañeros y participar, al menos con su presencia, en sus juegos. Es primavera, la naturaleza brota con fuerza, los niños juegan alegres, el sol luce en el cielo, los árboles, con sus hojas verdes, rebosan de vida, los pájaros cantan... y la niña contempla el espectáculo.

Los niños no pueden estar quietos, van de un lado a otro; ella intenta seguirlos, pero, finalmente, se rinde, no puede, se apoya contra los chopos y desiste. No los puede seguir. Llora mientras en un último intento quiere andar. Su pierna enferma no se lo permite. Tiene que renunciar.

Los pájaros no esperan, los niños no esperan, la primavera no espera; la primavera es para los que están rebosantes de vida, para los que corren... y la niña no puede correr.

El poeta nos señala la impotencia de la niña repitiendo una y otra vez sus palabras “espera, voy a coger la muleta” mientras sonríe en un esfuerzo supremo por participar en el juego de la vida.

El contraste es cruel. Por un lado la belleza de la primavera caracterizada con sus rasgos más bellos: “arboleda movida y fresca”, “limpias luces verdes”, “brisas nuevas” y en la que destacan “sol y rosas”, “la gresca de pájaros”, “el cielo de ensueño y seda”. Y en ese mundo de belleza “los niños juegan, chillan, sudan”.

Por otra parte, la niña que intenta ser un elemento más de ese paisaje de la primavera. Participa con su sonrisa e intenta participar del modo más activo con la ayuda de su inseparable muleta “la niña sonríe: espera, voy a coger la muleta”.

Mas los pájaros no esperan, los niños no esperan, la primavera se ha equivocado o quizá se equivoque ella al querer participar de la primavera que “es la fiesta del que corre y del que vuela”.

Su optimismo se derrumba. La niña renuncia a seguir aquel ritmo frenético. Se sienta, “ríe y llora y ríe” Ríe porque quiere participar, llora porque no puede.

Se alejan los niños, se queda sola o ¿se queda quizá alguien para acompañarla? Es posible, siempre hay alguien que sabe renunciar a algo por los demás. El poeta no nos lo dice. Deja un resquicio a la esperanza. Quizá no quiso decirnos la verdad: que el mundo es cruel, que premia a los más fuertes y olvida a los débiles, que muchas veces nadie se queda a acompañar al débil en la fiesta de la vida.

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