POESÍAS SOBRE LA NAVIDAD

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.
¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco.
Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua.
El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces.
La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas.
Federico García Lorca

Pastores y pastoras,

abierto está el edén.
¿No oís voces sonoras?
Jesús nació en Belén.
La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya,
y en un nido de paja
cual pajarillo está.
El niño está friolento.
¡Oh noble buey,
arropa con tu aliento
al Niño Rey!
Los cantos y los vuelos
invaden la extensión,
y están de fiesta cielos
y tierra… y corazón.
Resuenan voces puras
que cantan en tropel:
Hosanna en las alturas
al Justo de Israel!
¡Pastores, en bandada
venid, venid,
a ver la anunciada
Flor de David!…
Amado Nervo

Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en su pesebre ponía,
entre unos animales
ue a la sazón allí había,
los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había,
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía,
 la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía
San Juan de la Cruz

El camello se pinchó

con un cardo del camino
y el mecánico Melchor
con buen tino le dio vino.
Baltasar fue a repostar
más allá del quinto pino
miestras intranquilo Melchor
consultaba su “Longinos”‘.
¡No llegamos, no llegamos,
y el “Santo Parto” ha venido!
son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido.
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
a espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
aya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su hipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
ya cantaban pajarillos
a la puerta de Belén
el supremo rey estaba
Los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos,
mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.
Gloria Fuertes

Jesús, el dulce, viene…

Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
alacios, catedrales,
ienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!
Juan Ramón Jiménez


Cuando venga, ay, yo no sé

con qué le envolveré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.
Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.
O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué.
Gerardo Diego

Vistió la noche, copo a copo,

pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero de otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.
José Hierro

¡Morena por el sol de la alegría,

mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!
¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?
¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.
La Virgen, a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.
Venid, alba, venid; ved el lucero
de miel, casi morena, que trasmana
un rubor silencioso de milgrana
en copa de granado placentero.
La frente como sal en el estero,
la mano amiga como luz cercana,
y el labio en que despunta la mañana
con sonrisa de almendro tempranero.
¡Venid, alba, venid; y el mundo sea
heno que cobra resplandor y brío
en su mirar de alondra transparente,
aurora donde el cielo se recrea!
¡Aurora Tú, que fuiste como un río,
y Dios puso la mano en la corriente!
Luis Rosales

Primer no

—Pastor que vas con tus cabras
cantando por los caminos,
¿quieres darme una cabrita
para que juegue mi niño?
—Muy contento se la diera
Si el dueño de mi ganado,
Señora , lo permitiera

Segundo no
—Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?
—Muy contento se las diera
si el dueño del olivar,
Señora, lo permitiera.

Tercer no
—Ventero amigo que estás,
Sentado en un ventorrillo,
¿quieres darme una cunita
para que duerma mi niño?
—Muy contento se lo diera,
si hubiese sitio y el ama,
Señora, lo permitiera.
Rafael Alberti

Amor, dios oscuro,

que a nosotros viene
otra vez, probando
su esperanza siempre.
Ha nacido. El frío,
la sombra, la muerte,
todo el desamparo
humano es su suerte.
Desamparo humano
que el amor no puede
ayudar. ¿Podría
Él, cuando tan débil
contra nuestro engaño
su fuerza se vuelve,
siendo sólo aliento
de bestia inocente?
Velad pues, pastores;
adorad pues, reyes,
su sueño amoroso
que el mundo escarnece.
Luis Cernuda

¿Quién ha entrado en el portal,

en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿quién ha entrado, quién?.
La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara florida-
y una doncella.
¿Quién ha entrado en el portal
por el techo abierto y roto?
¿Quién ha entrado que así suena
celeste alboroto?
Una escala de oro y música,
sostenidos y bemoles
y ángeles con panderetas
dorremifasoles.
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén,
no por la puerta y el techo
ni el aire del aire, quién?.
Flor sobre impacto capullo,
rocío sobre la flor.
Nadie sabe cómo vino
mi Niño, mi amor.
Gerardo Diego






























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